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Poco a poco el entrenamiento de fuerza se va integrando en las planificaciones de ciclistas y corredores de fondo puesto que existe evidencia científica sobre sus beneficios, asociados a una mejora en el rendimiento. En este artículo vamos a repasar los conceptos más importantes del entrenamiento de fuerza en deportes de resistencia incluyendo una metodología para su control y evaluación.
Yago Alcalde. Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Máster en Alto Rendimiento Deportivo. Entrenador Nacional de Ciclismo. Jaime Gil. Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Master en Alto Rendimiento Deportivo – Ciclismo y Rendimiento
Basándonos en la revisión bibliográfica llevada a cabo por Ronnestad y Mújika en 2013 sobre entrenamiento concurrente de fuerza y resistencia en ciclistas y corredores de fondo podemos hacer las siguientes afirmaciones:
- El entrenamiento de fuerza mejora el rendimiento de resistencia en corredores y ciclistas.
- Las mejoras en el rendimiento se deben a las siguientes transformaciones musculares:
- Se retrasa la activación de las fibras tipo II, que son menos eficientes.
- Se mejora la eficiencia neuromuscular.
- Se facilita la transformación de fibras tipo IIX en tipo IIA, que son más resistentes.
- Mejora del stifness músculo tendinoso.
- No se han encontrado interacciones negativas del entrenamiento de fuerza sobre indicadores de rendimiento de resistencia.
A pesar de la evidencia de estos estudios sobre los beneficios del entrenamiento de la fuerza para el deportista de resistencia, lo cierto es que todavía existen muchos deportistas que no integran un verdadero plan de entrenamiento de fuerza.
Aunque muchos entrenadores especialistas en deportes de resistencia introducen en sus planificaciones sesiones destinadas al trabajo de la fuerza, aun se cometen algunos errores basados en conceptos tradicionales del entrenamiento de fuerza:
- Metodología de entrenamiento inadecuada. En general, se siguen dos metodologías de entrenamiento que no son las más indicadas para el ciclista. Por un lado, se sigue la tendencia del usuario del gimnasio que acude para ganar masa muscular. Esta forma de entrenamiento se caracteriza por emplear ejercicios muy analíticos y poco específicos. El tipo de trabajo se realiza con el objetivo de ganar masa muscular, es decir, series de 10-12 repeticiones hasta el fallo muscular. El otro tipo de entrenamiento es el que comúnmente se denomina “fuerza-resistencia”, que consiste en hacer muchísimas repeticiones con poco peso, cuyos beneficios todavía están por demostrar. Principalmente porque no se producen mejoras en la fuerza máxima.
- La creencia de que el entrenamiento en el gimnasio va a causar una ganancia de masa muscular que será un lastre posterior sobre la bici. Esta teoría es válida si se une al punto anterior: hacer un entrenamiento más propio de un culturista que de un ciclista.
- Falta de tiempo.
- La creencia de que existe un riesgo a lesionarse.
- Creencia de que una mejora de fuerza va a significar un empeoramiento de la resistencia debido a una menor densidad de capilares o una peor función mitocondrial.
Al igual que cuantificamos el entrenamiento de resistencia con medidores de vatios, pulsómetros, medidores de cadencia y demás dispositivos, entendemos que el siguiente paso para optimizar el entrenamiento de fuerza y por ende el entrenamiento de resistencia, debe ser tratar de medir de alguna manera los niveles de fuerza del deportista, ya que lo que no se mide no se puede mejorar. Y si se hace un entrenamiento para mejorar la fuerza, si no se mide, no se puede saber si el entrenamiento está siendo eficaz o no. Parece que es algo de sentido común. Para ello, hoy en día existen medios tecnológicos como encoders lineales, acelerómetros, plataformas de salto, etc que facilitan la elaboración de planes precisos e individualizados dando una salto de calidad a esa parcela del entrenamiento hasta antes desconocida por muchos.
La base teórica ya nos la anticipó hace un par de décadas Juan José González Badillo. Proponía que el mejor indicador de intensidad en el entrenamiento de fuerza era la velocidad de ejecución de los diferentes movimientos. En 2010 con la evolución de los sistemas de medición de posición/velocidad publicaron un importante estudio en el que confirmaban este aspecto. Mediante esta metodología no es necesario realizar repetidamente el test de una repetición máxima (1RM) e incluso la mejora de la RM como paradigma de rendimiento se cuestiona. Se trata de medir la velocidad de desplazamiento para saber en cada momento si la carga que proponemos se adecua al estado real del sujeto en esa sesión o en ese periodo de la temporada.
El procedimiento es sencillo. Hacemos un test inicial midiendo una curva de carga- velocidad para un determinado ejercicio y así establecemos el perfil de fuerza de nuestro deportista. De esta forma, podemos saber exactamente cuales son sus fortalezas y los déficits sobre los que actuar durante el ciclo de fuerza que propongamos.
Uno de los conceptos más novedosos es que como sabemos exactamente donde intervenir, la aplicación de estímulos y por tanto el numero de sesiones serán las mínimas necesarias para potenciar o corregir lo detectado en los test. Dejamos de matar moscas a cañonazos y conseguimos que las interferencias con el entrenamiento de resistencia sean mínimas. Sobre todo en las 8 a 10 semanas en las que buscamos el desarrollo concurrente de ambas capacidades. Esto es debido a que una vez que controlamos los estímulos que proponemos, directamente estamos controlando la fatiga que provocamos.
Otra de las claves es que en la mayoría de los deportes de resistencia los requerimientos de fuerza son bajos. Sabemos que como normal general el trabajo de fuerza con cargas altas interrumpe la adaptación y provocan daños que son difíciles de asimilar por la mayoría de estos deportistas. Y también que cargas bajas mantenidas en el tiempo, tampoco generan adaptaciones. Por lo tanto, se trata de determinar la carga optima para cada sesión de entrenamiento con el objetivo final de aplicar mas fuerza en menos tiempo (Badillo y Rivas 2002). Por todo esto tenemos que tener claro que la mejora de la fuerza dinámica máxima es un medio y no un fin en si mismo para nuestros deportistas. No estamos entrenando culturistas ni halterófilos.
Presentación de un caso
Deportista joven, ciclista sub 23, con experiencia en el entrenamiento de fuerza durante varias temporadas aplicando métodos tradicionales.
Realizamos un test de Carga-Velocidad del ejercicio de sentadilla. En este test detectamos un importante déficit con cargas bajas, ya que como se ve en la grafica, aunque su intención es la de mover dichas cargas a la máxima velocidad, no lo consigue. Se ve claramente con la velocidad de las cargas de 20 y 30kg que es muy similar, cuando obviamente 20 kg se deberían mover mas rápido que 30kg. Por otro lado sus valores de Fmax son bajos ya que la estimación de 1RM es de 63 kg para un deportista que pesa 61. Esto nos da un índice de fuerza relativa, 1RM/peso corporal de 1.03
Se propone entonces un ciclo de 8 semanas consistente en 4 fases de 2 semanas cada una.
- 1ª fase: el objetivo principal es la mejora de la fuerza máxima y la mejora de la RFD (rango de desarrollo de la fuerza o habitualmente llamada fuerza explosiva). Se realizan 3 sesiones semanales haciendo entre 2 y 3 series de 6 a 10 repeticiones
- 2ª fase: el objetivo principal es la mejora de la fuerza máxima, mejora de la fuerza útil, reducción del déficit y reducción de la inhibición. Se realizan 3 sesiones semanales haciendo entre 3 y 4 series de 5 a 8 repeticiones.
- 3ª fase: el objetivo es mantener la fuerza máxima, fuerza útil, máxima potencia y procesos reflejos. Se realizan 2 sesiones semanales con 3-4 series de 4-6 repeticiones.
- 4ª fase: el objetivo es mantener todos los valores anteriores y optimizar la fuerza útil. Se realizan 2 sesiones semanales con 2-3 series de 3-5 repeticiones.
El gran secreto será que durante todo el ciclo, sea cual sea la carga, la velocidad de ejecución en la fase concéntrica debe ser siempre máxima. La tendencia general en el ciclo será ir disminuyendo el volumen a medida que la intensidad aumenta. El tiempo de recuperación entre series está entre 3 y 5 minutos dependiendo de la fase.
Una vez acabado el ciclo,se repite el test. A primera vista vemos como el déficit con cargas bajas a sido corregido y la mejora en toda la curva es notable, ya que las mismas cargas de un test a otro se mueven a mayor velocidad. La estimación de 1RM ha pasado de 63kg a 82kg sin haber tocado cargas superiores al 70% de la RM en todo el ciclo. Su índice de fuerza relativa pasa del 1.03 al 1.34 final.
En resumen:
- Con la tecnología actual la prescripción del entrenamiento de la fuerza debe basarse en la velocidad de ejecución de los diferentes movimientos.
- Cuanto más precisos seamos en la aplicación de estímulos mejor controlaremos la fatiga que provocamos y reduciremos las interferencias con el entrenamiento de resistencia.
- Evitaremos el entrenamiento con cargas altas y al fallo ya que lo importante es la aplicación de fuerza en la unidad de tiempo y para ello la velocidad de ejecución de los movimientos será alta o incluso máxima en la fase concéntrica.
- Si medimos podemos saber en cada momento que estamos entrenando y con ello podremos mantener este tipo de trabajo durante la temporada competitiva sin miedo a equivocarnos o generar estados de sobrecarga.
- Los ejercicios serán siempre multiarticulares buscando aquellos que más se parezcan o que mayor transferencia tengan con nuestro deporte.
- Por ultimo, aclarar que siempre será un misterio saber que parte de la mejora en el rendimiento se debe a la mejora de la fuerza y que parte se debe a la mejora de la resistencia. Pero parece que la combinación de ambos entrenamientos es lo adecuado para optimizar el rendimiento.
Si este articulo te ha parecido interesante, podemos ayudarte a optimizar tus entrenamientos.
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BIBLIOGRAFÍA
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González-Badillo, J.J. (1991). Halterofilia. Madrid. C.O.E.
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